Dos mil quinientos años antes de la era cristiana, la canela, (Cinnamomun zeylanicum), ya era conocida por los chinos y en el antiguo Egipto, era usada en los embalsamamientos de las momias por su poder antibacteriano.
El árbol de la canela se cultiva actualmente en todas las regiones tropicales, cálidas y húmedas pero su origen se sitúa en Sri Lanka (Ceilán), donde crece espontáneamente, es de la familia de las lauráceas, como el laurel y el alcanfor compartiendo con ellos sus principios activos y llega a alcanzar una altura de 10 metros, es de hoja perenne. En sus ramas jóvenes se obtiene una corteza interior de color pardo conocida como canela.
La canela actúa como tónico del aparato digestivo, produciendo un aumento del jugo gástrico, ayuda en caso de aerofagia, digestiones difíciles, acidez y falta de apetito. Es afrodisíaca y ayuda a regularizar la menstruación. Ayuda a bajar los niveles de triglicéridos y colesterol en sangre siendo por tanto beneficioso para la prevención de afecciones cardíacas.
La canela es rica en aceites esenciales, terpenos, mucílagos, vitaminas A y del complejo B, magnesio, zinc, yodo y flavonoides. Es efectiva tanto en gripes como en afecciones de la piel como el acné.
Es muy utilizada en la industria por sus propiedades antibacterianas antifúngicas, forma parte de la composición de muchos productos relacionados con la higiene de la boca, como dentífricos y enjuagues bucales, en la industria de la alimentación se usa su aceite esencial como conservante y para dar sabor y olor a refrescos colas, chicles y numerosas bebidas alcohólicas.
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